La Pasión de Cristo, según Enrique Toribio

Maquíllate Conmigo / Photoshooting, photoliving

20
abril
2014

Un buen día suena el teléfono y el gran fotógrafo Enrique Toribio me presenta su nuevo proyecto, «La Pasión de Cristo». La carne se me puso de gallina por dos motivos: uno, porque siempre es un honor que alguien como él quiera volver a contar conmigo y dos, por el tema en sí. Ambos me infunden un tremendo respeto.

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Era la segunda vez que trabajaba con Enrique, la primera fue para su colección «Dioses del Olimpo» y confieso que me encantó caracterizar bajo su batuta porque sus sesiones son completamente diferentes a lo que he conocido antes. Enrique convierte cada sesión de fotos en un magnífico viaje en el tiempo, en una experiencia vital. Algo de lo que no te olvidas. Y además, es un amor de persona que lo hace todo tremendamente fácil, porque tiene muy claro lo que quiere.

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Cada sesión fotográfica es una obra escénica en toda la magnitud de la palabra. Invierte meses en prepararla documentándose, visualizando artística y emocionalmente lo que quiere, diseñando el escenario, el vestuario, la luz… absolutamente todo.  No se le escapa detalle y doy fe que hasta la banda sonora que invade el estudio es escogida minuciosamente «ad hoc» para que la atmósfera sea exactamente la que quiere recrear con cada imagen.

Y es que Enrique no es un mero fotógrafo, es un artista 360 grados.

Estudió Bellas Artes y trabajó posteriormente como diseñador de vestuario y figurinista en teatro y cine. Pero ahora, es en la fotografía de retrato y en la exaltación del cuerpo humano, donde encuentra su mayor inspiración. Para mí, Enrique Toribio es un Caravaggio del siglo XXI, que un buen día cambió sus pinceles por una cámara fotográfica capaz de «pintar» en clave de claroscuros barrocos y pluscuamperfectos.

Y ese artista, al que adoro, estaba pidiéndome recrear La Pasión de Cristo … con todo lo que eso conlleva.

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Documentarse sobre las heridas de Cristo (cómo fueron realizadas, con qué objetos, dónde y de qué manera…) sinceramente, no fue nada gozoso. Y tener que buscar referencias visuales, fue como obligarme a ver un ciclo de cine de terror privada de cojines y mantas donde refugiarme.

Los caracterizadores debemos saber hacer todo tipo de heridas y conseguir que sean realistas, pero eso no quiere decir que disfrutemos con la parte más gore de nuestra profesión. Afortunadamente, Enrique y yo tuvimos el mismo punto de vista: realismo sí, pero sin excesos. La historia que queríamos contar no tenía los efectos de la tortura como protagonistas centrales.

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Así que, respirando aliviada, caminamos en dirección opuesta a La Pasión de Cristo de Mel Gibson, que siempre me pareció un tipo tremendamente desagradable.

Trabajamos cronológicamente, casi en absoluto silencio y puedo recordar cómo la fuerza de la música lo invadía todo dándole a cada momento un toque sobrecogedor. El cansancio, sostener el madero de la cruz o la incomodidad de algunas posturas fue transformando poco a poco el dolor visual también en dolor físico para Alfonso Redondo, nuestro fantástico modelo, quien aguantó estoicamente los maquillajes,  la corona, la sangre y en definitiva, todo el Via Crucis.

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Confieso haber pasado cierta angustia con tanto realismo y presenciando la crucifixión desde la primera fila. Que cara no tendría yo, que nuestro Cristo en más de una ocasión se salió de su papel para animarme y decir «¡No sufras Ali, que estoy bien!» y es que,  risas pocas. Muchas concentración y mucho meternos los tres en cada una de las escenas.

Actualmente, las fotos de La Pasión de Cristo de Enrique Toribio han recorrido varias exposiciones y galerías de arte, tanto nacionales como internacionales. Consta de 22 fotos de varios personajes: San Juan Bautista, Pilatos, María Magdalena… Puedes ver la colección completa pinchando aquí y viajar en el tiempo tú también junto a todos ellos. ¡Espero que te gusten!

Y para consolarme de tanto sufrimiento, Enrique me regaló posteriormente el personaje de Salomé, la bailarina, a quien dió vida la guapísima actriz Olga Cervera y con el que disfrutamos de lo lindo una vez más.

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Y es que toda belleza, es poca.

Y todo agradecimiento, también.

PD.: Al cierre de este post ha vuelto a sonar el teléfono, era Enrique. Está preparando un nuevo viaje y ya estamos haciendo las maletas. Pero para contaros esta nueva aventura, habrá que esperar aún un poquito.

¡Feliz regreso de Semana Santa!

 

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